Principios generales del desarrollo Aunque existe desacuerdo con respecto a lo que significa el desarrollo y la forma en que ocurre, hay algunos principios generales que casi todos los teóricos respaldan.
1. Las personas se desarrollan a un ritmo diferente. En su propio grupo encontrará una gama completa de ejemplos sobre los distintos ritmos de desarrollo. Algunos estudiantes son más altos, tienen mejor coordinación o son más maduros en su pensamiento y en sus relaciones sociales. Otros, en cambio, muestran una maduración más lenta en esas áreas. Con excepción de ciertos casos poco comunes de desarrollo demasiado rápido o demasiado lento, tales diferencias son normales y deberían esperarse en cualquier grupo grande de estudiantes.
2. El desarrollo ocurre en forma relativamente ordenada. Los seres humanos desarrollan sus habilidades en un orden lógico. En la infancia, se sientan antes de caminar, balbucean antes de hablar y observan el mundo través de sus propios ojos antes de empezar a imaginar cómo lo ven los demás. En la escuela, dominan la suma antes que el álgebra, conocen a Harry Potter antes que a Shakespeare, etcétera. Los teóricos podrían estar en desacuerdo con respecto a qué es exactamente lo que ocurre antes de qué, aunque todos parecen encontrar una progresión relativamente lógica. Sin embargo, “de forma ordenada” no necesariamente significa lineal o predecible: la gente podría avanzar, permanecer igual durante un tiempo, o incluso retroceder.
3. El desarrollo sucede de manera gradual. En muy pocas ocasiones los cambios aparecen de forma súbita. El estudiante que no es capaz de manipular un lápiz o contestar a una pregunta hipotética bien podría desarrollar estas habilidades, pero el cambio probablemente le tomará tiempo.
El cerebro y el desarrollo cognoscitivo
El cerebro en desarrollo: Neuronas
Las células neuronales poseen fibras largas y en forma de ramas, llamadas axones y dendritas, que se conectan con otras neuronas y comparten información al liberar químicos que viajan a través de los pequeños huecos, llamados sinapsis, entre las terminaciones de las fibras. Los axones transmiten información a los músculos, las glándulas y otras neuronas; las dendritas reciben información y la transmiten a las células neuronales.
Pasemos del nivel neuronal al propio cerebro.
La corteza cerebral se desarrolla con mayor lentitud que otras partes del cerebro, y diferentes partes de la corteza maduran a distintos ritmos. La parte de la corteza que controla los movimientos físicos madura primero, luego las áreas que controlan sentidos complejos como la visión y la audición, y por último, el lóbulo frontal que controla los procesos superiores del pensamiento.
Vista de la corteza cerebral
TEORÍA DE PIAGET DEL DESARROLLO COGNOSCITIVO
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El desarrollo cognoscitivo es mucho más que la suma de nuevos hechos e ideas en un almacén existente de información. Según Piaget, nuestros procesos mentales cambian de forma radical, aunque lenta, desde el nacimiento hasta la madurez, porque constantemente nos esforzamos por darle un sentido al mundo. Piaget identificó cuatro factores —la maduración biológica, la actividad, las experiencias sociales y el equilibrio— que interactúan para influir en los cambios del pensamiento (Piaget, 1970a).
Examinemos brevemente los primeros tres factores.
Tendencias básicas del pensamiento Como resultado de su investigación inicial en biología, Piaget concluyó que todas las especies heredan dos tendencias básicas o “funciones invariantes”. La primera de estas tendencias es hacia la organización, es decir, la combinación, el ordenamiento, la recombinación y el reordenamiento de las conductas y los pensamientos en sistemas coherentes. La segunda tendencia es hacia la adaptación o ajuste al entorno.
Organización. La gente nace con una tendencia a organizar sus procesos mentales en estructuras psicológicas, las cuales constituyen nuestros sistemas para comprender el mundo e interactuar con él. Las estructuras sencillas se combinan y se coordinan de forma continua para volverse más complejas y, por lo tanto, más efectivas. Los bebés muy pequeños, por ejemplo, son capaces de observar un objeto o de agarrarlo cuando entra en contacto con sus manos. Sin embargo, no pueden coordinar los actos de ver el objeto y agarrarlo al mismo tiempo. Conforme se desarrollan, los bebés organizan estas dos estructuras conductuales separadas en una estructura coordinada de nivel superior que implica observar, alcanzar y asir el objeto. Por supuesto, aún pueden utilizar cada estructura de manera separada.
Adaptación. Además de la tendencia a organizar sus estructuras psicológicas, los seres humanos también heredan la tendencia a adaptarse a su ambiente. Existen dos procesos básicos implicados en la adaptación: la asimilación y la acomodación.
La asimilación se lleva a cabo cuando los individuos utilizan sus esquemas existentes para dar sentido a los acontecimientos de su mundo. La asimilación implica tratar de comprender algo nuevo al ajustarlo a lo que ya conocemos. En ocasiones, tenemos que distorsionar la información nueva para que se ajuste. Por ejemplo, la primera vez que muchos niños ven un mapache, lo llaman “gatito”. Tratan de adecuar la nueva experiencia a un esquema existente para identificar animales.
Equilibrio.
Según Piaget, la organización, la asimilación y la acomodación podrían considerarse
como un tipo de acto de equilibrio complejo. En su teoría, los cambios reales del pensamiento ocurren
mediante el proceso de equilibrio: el acto de búsqueda de balance. Piaget señaló que los individuos continuamente prueban la adecuación de sus procesos de pensamiento para lograr ese equilibrio. En síntesis, el proceso de equilibrio funciona así: si aplicamos un esquema particular a un acontecimiento o a
una situación, y el esquema funciona, entonces se dice que hay equilibrio. Si el esquema no produce un
resultado satisfactorio, entonces surge un desequilibrio y nos sentimos incómodos. Esto nos motiva a
seguir buscando una solución mediante la asimilación y la acomodación, por lo que nuestro pensamiento cambia y avanza. Desde luego, el nivel de desequilibrio debe ser el correcto u óptimo; si es muy
bajo entonces no nos interesará hacer un cambio, y si es muy alto podríamos sentirnos desanimados y
ansiosos, lo que nos llevaría a evitar el cambio.